Los nativos majoreros y sus visitantes disfrutan de esta isla modelada durante siglos por las aguas del Atlántico, los volcanes y el viento.
La tradición y su importante patrimonio cultural mantienen una identidad propia, como se puede demostrar en la música o, incluso, en su forma de hablar.
Texto y fotos por ©José Manuel Beltrán.
Visitar Fuerteventura, declarada Reserva de la Biosfera, con más de 150 kilómetros de playas y dunas de arena blanca; disfrutar de maravillosos parajes naturales, o bañarse y practicar deporte en sus aguas de color turquesa, no es cuestión de hacerlo en una breve visita.
Los turistas de cruceros que atracan en el puerto de su capital, Puerto del Rosario, deberán renunciar en su visita a la isla a muchos de sus parajes naturales tales como los miradores del faro de la Punta de Jandía, el de la Degollada de Jofete o el de Los Canarios; el de Pájara o, todo ello en el sur de la isla, las playas de Sotavento de Jandía.
Anochecer en el puerto de Corralejo
En la parte central de la isla tampoco se deben descartar los paisajes de los Cuchillos de Vigán, Malpaís Grande o el Faro de la Entallada. Y ya en el norte, el Mirador Paisaje de Valebrón, el Malpaís de la Arena, las dunas de Corralejo y, ubicado en el islote de Lobos, el Mirador del Faro de Martiño.
De norte a sur, pocas son las localidades, incluida la capital, que nos podemos encontrar en la isla: La Oliva, Puerto del Rosario, Antigua, Betancuria, Pájara, Tuineje y, la más extrema, Morro Jable. A ellas, se les unen otros núcleos poblacionales como Corralejo, El Cotillo, Los Molinos, Ajuy y Gran Tarajal. Todo en 100 kilómetros de largo por tan solo 25 de ancho. ¡Una auténtica aventura!
¡Nos vamos a Campanario!
El autobús o guagua municipal que sale desde la estación de autobuses de El Rosario se encuentra a su máxima capacidad; de hecho, muchos pasajeros –en su mayoría procedentes del barco de cruceros recién atracado- tienen que esperar casi una hora para poder tomar el siguiente. Es domingo y la empresa no ha tenido en cuenta esta circunstancia.
En el recorrido de unos 45 minutos se nota que estamos en otro ambiente muy distinto al de cualquier población o sitio turístico. Relax en las formas y procederes, contemplación de los paisajes.… aunque sabemos que no tenemos tiempo suficiente el abanico de posibilidades para disfrutar del sol y la playa es interminable.
Kilómetros y kilómetros de playas con arena blanca, incluso con pequeños acantilados formando casi privadas calas; aguas de color turquesa transparentes; el paraíso para los wind surfistas, el buceo y la pesca submarina dada la poca profundidad de sus aguas. Como contraste, el maravilloso paisaje de las dunas de Corralejo, declarado Parque Nacional en el año 2.002, y la visión de la montaña de piedra volcánica.
El contraste de color de dunas y playa en Corralejo
A poca distancia de Corralejo, la parada casi se hace obligada en
Campanario. Dice su eslogan que es
“un espacio diferente para los visitantes y comerciantes”; realmente lo es y eso que no soy muy amigo de los centros comerciales cuando estoy de vacaciones. Sin embargo, he de reconocer, que este lugar tiene su encanto.
Es una bella reproducción de un pueblo colonial al más puro estilo tradicional canario: sus calles adoquinadas, las plazas y soportales, su torre campanario (de ahí el nombre) dan cobijo a numerosas representaciones artísticas y culturales, y más en fin de semana.
Una recomendación especial:
El almacén del Gourmet, un excepcional lugar de restauración, donde
Jonathan te atenderá de maravilla ofreciéndote un fantástico desayuno o la degustación de jamón, patés, chacinas, regado con buenos vinos además del buen ambiente.
Andando hasta Corralejo…
No teníamos prisa; tampoco pasó el autobús. Decidimos emprender camino a pie hasta Corralejo en un recorrido de unos 2 km. por anchas avenidas preparadas todas ellas para el turismo, de gran mayoría extranjero.
El centro o casco antiguo de esta pequeña localidad es perfecto para dar un paseo y mi consejo es que dejes su avenida principal, bajando hacia la playa a la altura de la calle Churruca. Todo está impregnado, más allá del aspecto turístico, de un ambiente marinero. El recorrido por la orilla del mar, además de una pequeña playa después del Muelle Chico, en la que mi ciudadana favorita no pudo resistir para mojarse, se disfruta ya tan solo con la espectacular visión de la próxima Isla de Lobos.
Es desde el puerto donde salen los ferrys, tanto para Lanzarote como para la visita a la Isla de Lobos en un trayecto que dura escasos 20 minutos. La isla, hasta hace muy poco tiempo, era privada. Hoy en día es un espacio protegido de gran valor ornitológico y preferido por los submarinistas; aunque también podrás observar fácilmente su fondo desde el mismo barco consecuencia de las aguas cristalinas que bañan la isla. Una distancia de 3.400 metros que es la que separa la Isla de Lobos de Corralejo es también aprovechada por algunos para atravesarla a nado.
Los aledaños del puerto dan pie, según la hora, a tomar un buen pescado o decantarse por su popular cabrito (por supuesto acompañado de unas papas arrugadas o sancochadas), así como dar gusto a nuestro paladar con el queso majorero, un queso de cabra con denominación de origen desde 1.996, realmente una exquisitez, o bien tomarse una copa en cualquiera de sus terrazas-miradores, de cara al mar.
Lamentablemente no dio tiempo a más. Ya lo decía al inicio: la visita a esta bella isla, Fuerteventura, no es cuestión de hacerla en un solo día. Así que con salud, la misma que te deseo a ti, ciudadano viajero, ¡volveremos!.
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